domingo, 29 de enero de 2017

VOSTOK - GUILLERMO ACUÑA

EL DILEMA DE VOSTOK O HACER ARDER EL HIELO PARA SALVARSE DEL OLVIDO

El poeta, el amigo, Guillermo, ese al cual no le interesan los contingentes si le hacen perder de vista a sus integrantes, nos brinda en Vostok, sin lugar a la duda, su trabajo poético más acabado hasta ahora.

El concepto que atraviesa diametralmente este poemario, es claro y de una fuerza indiscutible: el poema ante el más intenso frío, el poema desde el más intenso frío, el poema en el más intenso frío. Y es aquí donde opera la gran metáfora que asiste al poemario, cuyas raíces abren el suelo en medio del lugar que registra la más baja temperatura del planeta: la estación rusa de Vostok, sembrada irremediablemente en la Antártida.

El poeta explota el recurso conceptual del frío, para acercarlo, a propósito y con riesgo evidente pero calculado, a los conceptos de desolación, pánico, esperanza e inmaterialidad. Y a fuerza de encontrar poesía en un encierro voluntario y extremo, Vostok no es otra cosa que el poeta enfrentándose a sí mismo, para hacer arder el hielo y salvarse del olvido. Un dolor que lleva en germen a la esperanza, en las palabras del mismo poeta:

Me supongo en un rincón a ver
partir sueños como aviones que regresan al mismo sitio,
planeando como pájaros. Con alas mojadas. Pero abiertas.

Nos encontramos en este texto a un Guillermo aguerrido, a un poeta no conforme, que nos muestra las prendas que ha sabido comerciar en el último tiempo. Prendas que se comercian sin moneda, pero con silencio. El poeta que no aprende a escuchar pierde con facilidad extrema la capacidad del asombro. Y el poeta que no se asombra con lo que escucha, es un fracaso en construcción. Evidencia de esta madurez que ahora se aprecia en la poesía de Guillermo, la tenemos en este texto, de enorme factura: 

El hombre de ceniza
Estoy seguro de que ya hice esto. Desviar la atención
de los encuentros, nacer, como se abren tantas veces
las cuentas del asombro. He viajado en ciertos trenes y
permanezco en sus viejos olores. Sé, de mensajes desde
un mar con peces muertos. He sido embestido por esta
sed y no hago nada para salir de sus aguas sin color. Pongo
atención en el rastro de mujeres y hombres caminando
fronteras sin retorno. Me faltan ciertos días en el cuerpo.
Esculturas en las manos. Y sé, ya lo sé. Todo cuenta en
las penas, el frío despierta una mañana cualquiera en
cualquier sitio. ¿Qué dirán de mí esos sonidos, ahora que
soy la interrupción de la bruma y ningún escenario me
contiene? Ya antes he vestido así, como un topo con 105
kilos de ingravidez lunar. Ahora que ya no distingo sonidos
solo cuando dices algo parecido a un nombre. Ahora que
me desvisto como árbol, he cruzado los ruidos
de quien busca salirse de la noche.

De quien busca salirse de la noche… he aquí la médula de pretensión del poemario. Por eso, a través del libro, surge el gran oso del exterior, que es el reflejo de los osos disminuidos del interior. Se tiene más miedo de sí mismo que de la amenaza externa, pero se la usa como pretexto y evasión. Cito de nuevo al autor:

Fijado en la memoria, el diario de aquel triste gato
de laboratorio donde se lee sobre el día que el gran oso
blanco intentó entrar a la estación: “no lo dejamos -dice-
preferimos el olvido”.

Además de las impresiones que deja este poemario desde la óptica emocional del lector, me resulta imperioso referirme a un aspecto de trascendencia. Destaca en esta obra el hecho de que todos los poemas se encuentran escritos en prosa. Desgraciadamente, algunos poetas de nuestro medio asumen que el poema en prosa es simplemente la ruptura de la versificación expresada en un acomodamiento distinto: del verso y la estrofa, a la línea y el párrafo, y punto; con lo que no se entiende ni por asomo de qué va el asunto, y con lo que se llega a textos que muchas veces son deplorables. Este no es el caso de Vostok, donde ocurre todo lo contrario: un poeta serio y con oficio, nos regala un compendio de textos donde el recurso poético destaca en medio de la sobriedad formal de la prosa, lográndose un equilibrio justo y una elegancia notoria. Entonces, lo que en inicio pudo verse como riesgo, cuaja al final como acierto rotundo. Como muestra del logro formal y de contenido, no puedo evitar transcribir acá el oxímoron sobre el que descansa el alma misma de Vostok:

Seguimos el tratado sobre el hielo y su calor.

Enhorabuena por Guillermo, con quien hoy compartimos la alegría. Con esta obra ha superado el más grande obstáculo en el oficio de un poeta: la conformidad. Ahora, el frío ya no importa.


Gustavo Arroyo, enero 2017.

1 comentario:

  1. Hermoso comentario... Espero que el oso no sea polar pues en la Antártica no hay ;-)

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